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Publicación del Foro de Reflexión sobre la Realidad Salvadoreña – FORES–

No. 8, mayo - agosto, 2024 - Revista cuatrimestral. San Salvador, El Salvador, Centroamérica

La estructura social poscolonial en El Salvador[‡]

The Post Colonial Social Structure in El Salvador

 

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Oscar Martínez Peñate**
Editorial Nuevo Enfoque

ompenate@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-0032-4895

 

Recibido:   11/12/2023

Aprobado: 25/03/2024

Resumen

En virtud del desarrollo y predominio de lo relativo al cultivo y comercialización del café se produjo en El Salvador una renovación estructural, en la que se originó un nuevo delineamiento social. En la cima se ubica a los grandes cafetaleros, hacendados, grandes comerciantes exportadores-importadores capitalistas financieros comerciantes, ambulantes o estacionarios en los mercados de la República. Los pequeños productores, el campesino pobre, los profesionales, incluidos los sacerdotes y los militares de escuela, los empleados públicos y particulares y los obreros.

Palabras claves: Capitalismo en El Salvador, Oligarquía, Burguesía, Artesanos

Abstract

Based on the development and hegemony of planting and coffee trading, a structural renewal was produced in El Salvador, which at the same time, it produced a new social order. On top, are located the coffee plantation owners, farmers, importing and exporting businesspeople, financial capitalists, and representatives of big foreign companies. The great trading and industrial powerful people, the small businesspeople either peddlers or in markets of the country, the small producers, the professionals, the poor peasants, including the priests and the school military people, the state employees, civilians and manual workers.

Keywords: Capitalism in El Salvador, Oligarchy, Bourgeoisie, Artisans.

Desarrollo

En virtud del desarrollo y predominio de lo relativo al cultivo y comercialización del café se produce en El Salvador una renovación estructural, en la que se revoca la propiedad colectiva reemplazada por la propiedad individual completa; produciendo además y como consecuencia de esa renovación, un nuevo delineamiento de los grupos sociales.

En la cima del nuevo cuadro social se encuentran los siguientes grupos: grandes cafetaleros, hacendados, grandes comerciantes exportadores-importadores, capitalistas financieros y representantes de grandes empresas extranjeras, comerciales, industriales y financieras.

La minoría cafetalera ha sido integrada por los elementos siguientes:

a)     Algunos “grupos de comerciantes añileros tradicionales que tenían acceso al capital del café” (Véjar,1980, p.53) y que, probablemente, iniciaron ese tipo de producción transformándose paulatinamente en cafetaleros;

b)    Personas residentes en el área urbana con igual acceso a las fuentes de financiamiento, como docentes (ejemplo Dr. Manuel Gallardo), negociantes, sacerdotes, empleados y funcionarios.

Ejemplo de lo anterior es el caso de presidentes de la República que fueron añileros y cafetaleros al mismo tiempo y a la existencia en esos días de numerosas hipotecas sobre tierras añileras, y en los censos de cafetaleros aparecen “muchos nombres de funcionarios, civiles y militares, de los gobiernos liberales de la década de los sesenta en adelante” (Véjar,1980, p.53). Conviene señalar que, como apunta Rafael Guidos Véjar en su magnífico ensayo “Las plantaciones cafetaleras salvadoreñas estaban en manos de nacionales, y que la propiedad de estos por parte de los extranjeros no es común” (Véjar,1980, p.53), siendo estos últimos en la mayoría de los casos “nacionalizados y residiendo permanentemente en el país.”

Aparte de los buenos precios de entonces la riqueza de este grupo se basaba en la plusvalía de que despojaban a sus trabajadores, gracias a la bajísima remuneración que les asignaban. Esos trabajadores estaban constituidos por dos grupos: colonos y permanentes, y temporales, de tiempo de cosecha, y son los semiproletarios por estar sujetos a un régimen de salario. Los trabajadores permanentes tenían su origen o en el reclutamiento forzoso en aplicación de las leyes contra la vagancia, o por medio del endeudamiento que era hereditario y sujetaba a varias generaciones de familia a permanecer en la explotación.

Su pago era en especie, o permitiendo el uso de una pequeña porción de tierra para él y su grupo familiar y una “cuota simbólica de moneda”. “Por eso se consideran ser semejantes a un siervo feudal”. También algunos cafetaleros intervienen en el procesamiento y comercialización del café, siendo dueños de bodegas y beneficios, y de grandes medios de transporte de carga, empleando en esta actividad a trabajadores permanente asalariados.

La mayoría de los hacendados son antiguos añileros que no tenían, en el momento del proceso de cambio a que nos referimos, tierras aptas para la explotación cafetalera, o que carecían de los medios pecuniarios suficientes para el nuevo cultivo, y se vieron obligados así a dedicarse junto a la añilería a otra clase de producción como la cerealera y ganadera.

Las haciendas podían producir tanto para el consumo interno de la misma como para el mercado interno nacional o internacional. Tal es el caso de haciendas que producían algodón, azúcar, henequén, cacao o el mismo añil, para el exterior. Por su sistema laboral se asimila las relaciones de producción serviles o tributarias. Ese sistema estribaba en el colonato o aparcería. El primero consistía en asignarle al trabajador una determinada extensión territorial en el interior de la hacienda para que cultivara grano para su propia subsistencia bajo la obligación de desempeñar personalmente partes de las labores propias de la hacienda.

En la otra, o sea la aparcería se distribuía parcelas de la hacienda entre familias sin tierra a cambio de buena parte de producto obtenido al final de la explotación, la que muchas veces excedían la mitad de la producción; este exceso era debido a la competencia entre numerosas familias sin tierras, uno de los productos del despojo, sufrido por el estamento indígena de sus tierras comunales, y del atropello al ladino pobre.

Conviene apuntar que ordinariamente no se produjeron conflictos entre cafetaleros y hacendados, pues en muchos casos en una misma persona se reunían las dos condiciones. Entre los trabajadores temporales, asalariados o semiproletarios, se encuentran pequeños proletarios rurales, que obtenían por este medio un suplemento de renta. Estos pequeños productores, casi siempre de los grupos pertenecientes a los sectores de mezcla etnológica, se dedicaban al cultivo de subsistencia y comercialización de excedentes, basándose en fuerza de trabajo familiar, siendo rara la utilización de trabajadores asalariados. También pertenecen a este grupo empresarial los arrendatarios de tierras.

En forma similar a los de los trabajadores permanentes y temporales y a los colonos y aparceros, también los pequeños productores referidos sufrían la explotación de los grandes propietarios detentadores de beneficios de café o de ingenios de azúcar. El otro grupo social cimero minoritario son los grandes comerciantes exportadores-importadores. Algunos grandes cafetaleros también se dedican a la comercialización del café, cuya producción originaria y principalmente estaba destinada al consumo exterior, por lo que dichos cafetaleros intervienen también en el comercio exterior como exportadores.

Esto es cierto; pero existe otro grupo que se dedica exclusivamente en sus inicios, a dicho comercio exterior. Este grupo está constituido por los inmigrantes, la “inmigración selecta” de la que habla Barón Castro. Esa inmigración procedía de los grandes capitalistas de Europa, ingleses, franceses, alemanes, italianos y algunos que otros españoles, y buena parte de ellos de filiación hebrea.

Gracias a su capacidad en las actividades comerciales y sus relaciones con el gran capital mundial, controlan grandemente, hasta casi en forma monopólica, la exportación del café, sobre todo gracias a que paulatinamente se incorporan a la vida social salvadoreña a través de matrimonios con miembros de familias del grupo cafetalero antes relacionado. Algunos de ellos también ejercen actividades financieras. Para terminar con este grupo, sólo nos resta señalar que muchos de sus miembros intervienen también en el procesamiento del café, por ser los propietarios del beneficio, y por último su desarrollo llega hasta el cultivo directo de ese grano.

El otro grupo social cupular salvadoreño, es el de los capitalistas financieros, ya hemos dicho que también pertenecen a este sector algunos de los inmigrantes, otro sector de este grupo es procedente del capital inglés, ya como empréstitos estatales o como inversión directa, se ha visto que esas inversiones son en la industria del transporte, principalmente ferroviario y en la minería.

En lo relativo a lo ferroviario se tuvo que recurrir a los empréstitos los que fueron otorgados en condiciones onerosas para la nación, Gracias a esa explotación esos señores, según Guidos Véjar (1980, p.60):

Se convierten en elemento decisivo para la organización y administración del comercio exterior salvadoreño. Así aparecen empresas de esa nacionalidad, Central America Public Work Company para la construcción de ferrocarriles y The Salvador Railway Co. Para la administración de ferrocarriles.

Sobre la inversión bancaria, estimo que lo más conveniente, para una mejor pintura del fenómeno, transcribiré los siguientes párrafos de las páginas 60 y 61 de la citada obra de Guidos Véjar:

Sobre los bancos comerciales dados en esta época, existe la tesis de que eran propiedad de nacionales. La mayoría de los autores basan sus estudios en este hecho muy importante para la explicación de la sociedad salvadoreña, pues El Salvador tendría como especificidad el que la producción y el sistema bancarios fueran estrictamente controlados por nacionales. Se dice así, que en 1885 se crea el banco particular de El Salvador que cambiará su nombre a Banco Salvadoreño en 1891.

Por otro parte, los bancos ingleses se introducen desde Colombia hasta Centroamérica y puede inferirse que son los inmigrantes colombianos en El Salvador, dedicados a la comercialización externa del café, los que facilitan al capital bancario inglés su introducción al país.

En lo tocante al último sector, o sea a los representantes de grandes compañías extranjeras, es poco lo que podemos decir, pues hasta el momento no hemos podido obtener suficiente información escrita, y lo que nos consta se basa en datos recogidos de fuentes verbales. Ese grupo social no es de una gran magnitud, sobre todo al principio del lapso de que nos ocupamos. Entre esos representantes se encuentran los de compañías ferrocarrileras, bancarias y mineras que hemos mencionado, a las ferrocarrileras hay que añadir “International Railways of Central America”.

Hay dos empresas de las que no hemos hecho mención: la Compañía de Alumbrado Eléctrico de San Salvador (CAESS) y la Tabacalera “Morazán”, las dos inversiones anglosajonas, hay otros dos grupos sociales de la cima, la gran burguesía comercial y la industrial, en la etapa dicha esos grupos son ínfimos, de escasísima cuantía, y sus miembros en gran mayoría extranjeros, sobre todo hebreos.

Entre esas empresas está la de Tranvías de San Salvador y las Fábricas de Textiles, es necesario aclarar este punto, hasta el momento no hemos podido obtener una visión clara de la exacta magnitud de esa clase de empresas y sobre todo de la naturaleza exacta de los productos de la industria de maquinofactura, más que todo de la textilería de ese orden, en la referida industria era de escasa potencia en su instalación febril y sus productos no eran de gran calidad.

Según Abel Cuenca la burguesía comercial está compuesta por los comerciantes importadores y los no importadores. A los primeros los conceptualiza así:

Son capitalistas intermediarios que no participan en el proceso reproducción, pero se aprovechan de la plusvalía que de ella provienen y obtienen ganancias adicionales manejando la circulación de mercancías… compiten, en determinados rubros, con la producción industrial nacional… son aliados firmes del imperialismo y la oligarquía.

Los ingresos principales de los comerciantes importadores provienen de la venta de artículos de lujo a la oligarquía millonaria y de ahí su interés en que esta última mantenga sus ganancias al máximo nivel. Los no importadores son distribuidores “de la mercancía producida en el país” (1962, pp.22 y 23).

En este grupo de burgués, según Cuenca, “debe incluirse, naturalmente a los pequeños comerciantes, ambulantes o estacionarios en los mercados de la República, que llevan baratijas importadas o nacionales y su reivindicación más aguda es el crédito”.

Son aceptables los conceptos del último párrafo siempre que se agregue que los comerciantes minoristas figuran en los escalones inferiores de la pirámide social, teniendo a la vista el magnífico ensayo de Cuenca, para subsanar nuestra falla al emitir dos de los grupos importantes del sector agrario, nos valemos de su pluma para describir esos grupos.

Así se expresa nuestro autor en la página 21 de su citada obra:

Los pequeños Productores Agrícolas (café, henequén, algodón, cereales), éstos constituyen el campesino medio y son propietarios de tierras en la que ellos mismos y sus familias trabajan, para poder suplementar el rendimiento de pocos mozos y obreros agrícolas que eventualmente pueden tener a su servicio. Estos pequeños o medianos productores dependen de los terratenientes que son dueños de los “beneficios”, y de los grandes compradores y exportadores que fijan a su arbitrio los precios de sus productos en el mercado interno.

Este sector de medianos y pequeños productores tiene sus propias reivindicaciones: mejorar precios y control estatal de los mismos, crédito barato y oportuno para resistir la presión de los especuladores y agiotistas, asistencia técnica, cooperativas, etc.

El campesino pobre. En los estratos más bajos del campesino encontramos todavía al pequeño, minúsculo propietario, que siendo dueño de una ínfima parcela vive en ella y la trabaja con su familia. Este campesino vende sus magras cosechas mucho antes de recolectarlas, su existencia depende de la “suerte”, carece de crédito y de asistencia técnica y su única libertad consiste en vivir aislado del mundo y agachado sobre la tierra, invierno y verano, noche y día, para poder extraer del terrón a duras penas el sustento diario.

Nos ocuparemos en los párrafos inmediatos de los grupos auxiliares, el artesanado, los profesionales y los empleados particulares y públicos y el clero, de lo dicho anteriormente se desprende que el obrerismo, y aún el mero proletariado de carácter urbano tampoco era de magnitud considerable, cabe aclarar que en el lenguaje de la época y de algunos escritores que se ocupan de estos temas la palabra “obrero”, comprende al empresario y trabajador artesanal, los cuales no eran escasos en esos días. Así nos dice Guidos Véjar en la página 57 de su dicha obra “para este periodo la economía urbana, mejor dicho, los grupos urbanos, no tienen un gran peso en el sistema global.”

También ese instituto social sufre una radical transformación al adoptar los cánones del liberalismo económico, pues sin poner en vigencia la libertad de trabajo y la libertad de asociación se destruye la organización corporativa artesanal características del feudalismo colonial, los famosos gremios artesanales.

Por otro parte la industria artesanal tiene que afrontar la competencia de la industria de los países capitalistas de gran desarrollo, al principio de Inglaterra y después de Alemania, Francia, Holanda y hasta de la misma España, así pues, la población artesanal se ve libre de las trabas cooperativas, pero sin protección de los tiempos anteriores. Otra característica del acontecer de esos sectores productivos de nuestra economía es que, dentro del proceso de desintegración, se produce un desprendimiento de su producción de la dependencia de la agricultura (Menjívar, 1980, p.26), vinculándose a la actividad mercantil.

Consecuencia de lo anterior es que los artesanos recurren en procura de defensa, a asociarse. “Esto es congruente con el señalamiento hecho por diferentes investigadores en cuanto a la importancia de los años sesenta y setenta como un período de proliferación y expansión de las formas organizativas del artesanado que hemos llamado libre” (Menjívar, 1980, p.25). Así vemos que desde la primera década de la segunda mitad del siglo XIX se constituyen muchas sociedades artesanales, algunas de ellas denominadas de “Obreros”, entre ellas se destaca la Sociedad de Artesanos “La Concordia”, creada bajo los auspicios del mariscal Santiago González, en 1872, y considerada “una de las más antiguas en Centroamérica”.

Don Alejandro Bermúdez en su obra El Salvador al Vuelo, publicada en 1917, en su página 171 (citado por Rafael Menjívar en su obra últimamente mencionada), la describe así:

Desde los comienzos de su labor fundó una escuela nocturna para adultos en la que recibían instrucciones los hijos de los artesanos y los aprendices de taller, mayores de 14 años. Este benéfico establecimiento existe todavía notablemente mejorado en su organización, en su material escolar y en su personal docente.

Tiene seis profesores de materias lectivas, más uno de la taquigrafía y otro de dibujo natural, lineal y arquitectónico, todo pagado por el gobierno, que protege espléndidamente esta progresiva institución.

La sociedad tiene también una biblioteca, que todas las noches abre a los artesanos sus salones de lectura, y un buen organizado servicio de beneficencia para atender a los socios enfermos.

Este servicio cuenta además con un fondo de defunción que se forma con varias entradas y el cual se entrega integro a la familia del socio que fallece. “La Concordia” es la única sociedad de artesanos que tiene un buen edificio propio para sus labores, situado en la parte céntrica de la capital y valorado en una cantidad que fluctúa entre diez y doce mil dólares (Menjívar, 1980, p.25).

Además de esa asociación surgen muchas otras, hasta en las ciudades del interior del país de empuje económico, pero la mayor parte están en la ciudad capital. Este asociacionismo artesanal dura hasta principios de la tercera década del siglo XX. Para 1918, funcionan cuarenta y cinco.

Para 1918, es evidente que el grado de descomposición del artesanado se encuentra en diferentes momentos, de acuerdo con el desarrollo asumido por el país. Mientras algunos aún desarrollan sus actividades como complemento de labores agrícolas, otros están ya claramente en la etapa de la pequeña industria moviéndose ya dentro de la cooperación capitalista simple hacia el desarrollo de la manufactura capitalista (Menjívar, 1980, p.26) .

Es característico en estas sociedades de la integración en ellas, tanto de los patronos como de los asalariados (oficiales y aprendices) e incluso la aceptación en un seno de comerciantes, empleados públicos, académicos, industriales, etc. Tal es el caso de la Unión Nacional de Amigos.

Las formas de aporte de la ideología misma determinaban, por lo general, que la dirección estuviese en manos de los patronos o maestros propietarios de los talleres y cuya extracción y ubicación de clase eran sumamente ambiguas. A manera de ejemplo, para 1917 “La Concordia” estaba dirigida, en calidad de presidente, por el coronel Salvador Ciudad Real, “herrero tenedor de libros, oficinista, agricultor y soldado”.

Otra característica fundamental, finalmente, era su oposición a lo que se denominaba “preferencias sectarias” aunque, como veremos posteriormente, tal posición fue cambiando en la práctica, entendido lo sectario en el sentido de afiliarse a partidos políticos. Esto fue característico en todo el periodo, incluso con la introducción de las corrientes anarcosindicalistas, aunque con otra perspectiva política, desde luego.

Detrás de estos principios y la de la acción misma del artesano en los acontecimientos políticos, como luego veremos, se encuentra toda la influencia del socialismo utópico y ellos no refleja más como ha señalado Engels que el estado incipiente de la producción capitalista es la incipiente condición de clase. “Se pretendía sacar de la cabeza la solución de los problemas sociales, latente todavía en las condiciones económicas poco desarrolladas de la época.”

La categoría consiste, entonces en defenderse entre sí con la ayuda mutua ante el avance capitalista; aliarse con las otras clases en la construcción de una nueva sociedad de productores para la satisfacción de sus necesidades y no para la dominación y explotación de unos hombres por otros. Dentro de esa estrategia, desde luego, está excluida como arma de lucha la huelga precisamente por su ambigua situación pequeño-burguesa. Sin temas sociales, en fin, “condenados a moverse en el reino de la utopía”. Finalmente veamos su comportamiento político en el marco nacional. Ya se ha señalado, como el artesano libre fue estructurando sus organizaciones y proyectos en torno de la reforma liberal. Pero el mismo proceso está germinando el movimiento obrero propiamente dicho con intereses y proyectos totalmente definidos (Menjívar, 1980, pp.28-33).

El sector de los profesionales no ha sido objeto de un estudio detenido, la razón de ello es que realmente, en gran parte, por lo menos hasta los años 50 de este siglo carecía esa capa social de una fisonomía singular o independiente socioeconómica, pues de modo ordinario, gracias al lucro obtenido de sus empresas, o por herencias, eran terratenientes agrícolas, grandes o medianos.

En todo caso no eran, de modo principal, no asalariados (salvo los casos de empleados públicos como ocupación accesoria y secundaria) ni empleados subalternos comerciales, dentro de este grupo social se puede considerar que están incluidos los sacerdotes y los militares de escuela, pero dada la importancia de su misión indudablemente tienen una singularidad dentro del sistema social. De estos dos subgrupos nos ocuparemos posteriormente.

La mayoría de los profesionales, incluidos los subgrupos mencionados en el párrafo anterior, de modo ordinario, sus integrantes provienen del sector campesino no propietario acomodado o de los grupos medios, comerciantes o artesanos empresarios, durante la etapa que nos ocupamos la mayoría reside en las cabeceras departamentales, en donde constituyen las oligarquías locales, “las llamadas primeras sociedades”, la de los “casinos”, a los que no tenían acceso los miembros de las familias artesanales, con sus “mengalas”.

Para terminar con este diseño estructural solo nos resta apuntar los empleados públicos y particulares cuya ocupación es obvia, los uno al servicio del Estado y los otros al de los patronos de las empresas mercantiles y agrícolas de la oficina, lo mismo que al proletariado, que actualmente se denomina el obrerismo, y el cual “se compone de trabajadores de la ciudad y del campo que laboran en empresas industriales y plantaciones agrícolas y cuyo trabajo es retribuido con un salario” (Cuenca, 1962, p.20).

Referencias

Cuenca, A. (1962). El Salvador, Una Democracia Cafetalera. ARR-Centro Editorial.

Guidos Véjar, A. (1980). El Ascenso del Militarismo en El Salvador. UCA Editores.

Menjívar, R (1980). Acumulación Originaria y Desarrollo del Capitalismo en El Salvador. EDUCA.

 



[‡] N. E. Este artículo fue publicado en el año 2008, en la Revista Realidad y Reflexión, bajo el seudónimo de Ovidio Retana González, esta versión ha sido revisada y corregida por el autor

** PhD. Universidad de El Salvador; M.A Université de Québec en Montreal; M.A Universidad Complutense de Madrid; Lic. Universidad Autónoma de Centro América